AÑO DE LLUVIAS (Y DE NIEVES)

En mi anterior entrada, en la que hacía un breve repaso de lo que fue el año 2013, comenté lo particularmente seco y caluroso que había resultado el mes de Octubre y que, hasta bien entrado en Noviembre, las lluvias no habían asumido plenamente su papel protagonista y más propio de la estación de los tonos ocres y anaranjados. 


Sin embargo, los meses de Invierno sí que fueron notablemente lluviosos (y nevosos) en buena parte de la Península Ibérica. Especialmente, en nuestro entorno preferido: la montaña. Tanto es así que, a causa de la gran cantidad de nieve acumulada, la ruta que teníamos planeada realizar por la Sierra de Baza (Granada) tuvo que ser aplazada para mejor ocasión.



Dicho ésto y "con toda la que ha caído", el campo se muestra impresionante, los embalses a rebosar, las cumbres nevadas, los arroyos y ríos "armando jaleo" y los charcos pululando por doquier.



Los cielos nubosos y amenazantes le conferían al paisaje un aire místico que evoca reminiscencias de aventuras épicas y memorables a lomos de nuestros "jamelgos". Aventura que se tornaba más épica y dramática aún si cabe cuando, al regresar a casa, tenemos que hacer frente a nuestras madres o a nuestra pareja (quien la tenga) adoptando la "técnica de la cobra" e impidiéndonos el paso mientras nos alza la voz diciéndonos que tenemos prohibido el acceso a nuestro hogar hasta que nosotros y nuestras "burras" estemos totalmente limpios de ese barro enemigo del suelo recién fregado de la cocina o el salón.



La verdad es que el hecho de haber salido durante estos días de invierno por nuestros senderos favoritos ha sido una auténtica gozada. Los ríos y arroyos rugían que daba gusto, la vegetación mostraba su verde más intenso, y el barro que salpicaba nuestros rostros al paso de nuestras ruedas delanteras a través del incontable número de charcos nos hacía sentir aún más vivos. Y si no, que se lo pregunten a los participantes de la Primera Vuelta a Córdoba en MTB.



No obstante, y a pesar de la humedad de la que ha estado disfrutando el terreno, el grip perfecto que éste mostraba ha ido desapareciendo con cierta rapidez porque en estos últimos quince días ha vuelto el sol y las temperaturas suaves, incluso altas en algunas ocasiones y algunas regiones de la geografía española. Y claro, el terreno de la sierra cordobesa suele secarse de manera acelerada.


Sin embargo, y sin ir más lejos, el jueves de hace un par de semanas hacía un tiempo espectacular. Los cielos prácticamente despejados y con un sol que "picaba". Parecía que estábamos inmersos en la Primavera. Salimos hacia la sierra subiendo en dirección a Los Morales y, mientras ascendíamos el tramo final de asfalto, antes de iniciar el camino de los eucaliptos, podíamos ver cómo el cielo iba oscureciéndose paulatinamente, dibujando un negro y denso manto por detrás de la dentada silueta de nuestra sierra. El parte meteorológico no anunció nada de lluvia para la tarde. No obstante, en algunos puntos lejanos en el horizonte, se podían vislumbrar algunas cortinas de agua que avisaban de que podría sorprendernos algún que otro chaparrón. "Nnnnáh!", refunfuñé hacia mis adentros con total seguridad en mí mismo. Pero, mira tú por dónde, justo cuando culminamos la primera mitad de la ascensión, donde las colmenas, comienzan a caer tímidamente unas orondas gotas de agua. - "Empieza a llover!", nos avisa Terry. A lo que le respondo: "Terry. Ésto no es llover. Sigamos". Y seguimos. Pero sólo seguimos unos 50 metros más abajo para comenzar la segunda parte de la subida cuando empieza a caernos "la mundi"!! Dudosos de si seguir pedaleando o cobijarnos debajo de una encina, con el consiguiente riesgo de que pudiera alcanzarnos un rayo (sí, uno de esos rayos que Zeus suele soltar por el culo), optamos por guarecernos. - "Parece que ahora sí que llueve un poco...", vuelve a pronunciarse Terry. - "Te repito que ésto no es llover", insisto yo manteniéndome en mi postura. Ahí. Con firmeza. Y, claro, estos comentarios de tipo duro y personalidad arrolladora parecen haber molestado al dios del trueno quien, acto seguido, cambia las gotas gordas de agua por el granizo. - "Nada. Ésto es una nube pasajera. Cinco minutos y seguimos", dijo uno de nosotros. No recuerdo quién porque, en ese momento, estaba más pendiente de ponerme el cortavientos y evitar que el teléfono se mojara. Sí. El cortavientos, porque la temperatura había descendido bruscamente en más de cinco grados. Seguro! Al poco rato ya nadie discutía si éso era o no era lluvia, o si era o no una nube pasajera. Simplemente nos quejábamos de lo poco y mal que nos cobijaba la pobre encina.



Así que media hora después de estar esperando a que escampara, decidimos que para seguir mojándonos quietos y apretados bajo la copa de un árbol que padecía de incontinencia, decidimos que era mejor idea mojarse pedaleando mientras volvíamos a la city. Pero, como no podía ser de otra manera, justo cuando engancho mis calas en los pedales, oigo refunfuñar a La Agüela éso de... "Pararsen! Que he pinchado!" O sea, diez minutos más en estado semi inmóvil mientras seguíamos recibiendo el regalito de el cielo.

Por fin, una vez cambiada la cámara, procedemos a iniciar el regreso (huída) a casa. Seguía lloviendo y, de vez en cuando, tronaba. Éramos auténticos Jinetes Bajo La Tormenta, como bien diría Jim Morrison. Aunque tampoco era para tanto. Momentos peores hemos vivido y disfrutado.



Por suerte, sólo era una nube (inmensa) pasajera que se quedó descansando encima de nuestra área de recreo durante más de una hora. 

P.S: Ahora, mientras estoy acabando de redactar esta última entrada del blog, el cielo se ha oscurecido bastante y comienzan a caer las primeras gotas de agua. Está claro que la temporada de lluvias no ha acabado aún. Nos espera un fin de semana interesante...  










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